viernes, 9 de mayo de 2008

El Gran Dictador

Ayer por fin, mis ojos tuvieron el privilegio de visionar El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940), y no puedo más que ponerme un bombín, para poder quitármelo ante su grandeza.

Escrita y dirigida por ese genio del cine que fue el gran Charles Chaplin (1889-1977), creo que no hace falta que diga que se trata de una sátira del régimen nazi de Hitler, que amenazaba con asolar Europa en aquél preciso momento.


Como siempre, me niego a destripar la película, pero no puedo evitar lanzar unas pinceladas de lo que ha significado para este friki, el ver esa película. Algunos spoilers caerán, pero en realidad lo que espero es que después de leer este post, os entren ganas de disfrutarla, y comentéis debajo la experiencia. Señores, comenzamos:

La historia comienza a finales de la Gran Guerra, con Chaplin como soldado raso de la región ficticia de Tomania, haciendo de las suyas, dándonos gags que hacen que casi te caigas del sofá, siendo un preludio a lo que vendrá, que eso sí que es grande. Entre charlotada y charlotada (y nunca mejor dicho), consigue salvarle la vida al general Schultz, sufriendo un accidente que le deja amnésico en un hospital durante 20 años.



En ese tiempo, las cosas han cambiado mucho: Tomania es regida con mano de hierro por el dictador Astolfo Hynkel, fiero antisemita y buscador de la perfecta raza aria, lo que ocasiona una fuerte discriminación ante los judíos que habitan en el Ghetto.


Y la verdad no me apetece hablar más del argumento, no vaya a ser que la gente se me enfade por ello, pero eso no significa que este post terminé aquí, ni mucho menos.

Nos encontramos ante una de esas obras maestras, que no puede faltar en ninguna filmoteca que se precie. Tanto si eres amante del cine clásico, como si simplemente quieres pasar un rato divertido, hay que verla. Chaplin hace un doble papel, siendo el judío amnésico del Ghetto, y el propio Astolfo Hynkel (ya al principio de la película se nos advierte que cualquier parecido físico entre estos dos personajes es pura coincidencia).



Esta es la primera película en la que el personaje de Charlot habla, aunque curiosamente la primera aparición de Astolfo Hynkel es en un discurso en Tomaniano, en el que Chaplin demuestra que es uno de los genios de la pantomima (junto con Búster Keaton y por supuesto Arthur Harpo Marx), y digo esto porque a pesar de que del discurso no se entiende ni media palabra, la carcajada está asegurada (os aconsejo ver antes, si no lo habéis hecho, un discurso de Astolfo, Adolf Hitler, ya que tanto el tono, como los gestos son idénticos).

Chaplin nos muestra su particular visión del régimen nazi de la época, consigue arrancarnos risas con las locuras del dictador, sus ansias de poder, su absurda idea de conseguir una raza aria pura, de rubios altos cono ojos azules (canon que él mismo no cumple ni de coña). Hay gags que la historia han hecho duros incluso ofensivos. Recordar que la película se rodó en 1940, cuando el Holocausto era algo inimaginable (la primera vez que se utilizó este término para referirse a la masacre judía fue en un artículo del New Chronicle, en diciembre de 1942, y antes de tener conocimiento de los campos de concentración y del genocidio). De hecho el propio Chaplin, confesó que de haber tenido conocimiento de lo que en realidad sucedía, nunca hubiera realizado esta película.

Sin embargo, como he dicho, el Holocausto era algo impensable, y esta película nos deja una agria crítica hacia un régimen totalitarista (La democracia es un asco. La libertad de expresión es un asco, dice Hynkel en su primer discurso), y nos deja grandes escenas como la del recibimiento del dictador de Bacteria, Napaloni (clara referencia al otro dictador fascista de la época, el italiano Benito Mussolini), o la del pudín y la moneda, que hicieron a éste que leéis, carcajearse como él solo.

El Duce y el Führer respectivamente

La película se estrenó en los Estados Juntitos el 15 de octubre de 1940 en Nueva Cork, estando censurada en Alemania (¿acaso lo dudabais?), Irlanda y (oh, sorpresa), en España.

Aunque en Alemania fuera censurada, el propio Hitler la visionó dos veces seguidas en su cine particular (Chaplin aseguró haber dado cualquier cosa por saber la opinión del Führer), aunque el resto de sus compatriotas no pudieron disfrutarla hasta 1958. En nuestro país, no pudimos reírnos con ella hasta la muerte del tito Paco, de Franco, estrenándose el 30 de Abril de 1976.

Un último dato: cuando veáis la película (que espero que lo hagáis), fijaos en los carteles del Ghetto, ya que dudo que alguien entienda algo, debido a q están escritos en Esperanto.

Y ya sí de verdad me despido, no sin antes poner el discurso final de la película, que hace que se le pongan a uno los vellos como escarpias, siendo un grito hacia la libertad de la que debemos disfrutar todos los hombres.



Nos vemos en Cards & Cómics

4 comentarios:

Cabeza Izquierda dijo...

buen Post, gran pelicula, solo una pega. ¿Como es que has tardado tanto en verla?¿Y como es que no has contado conmigo para ello? Porque esta es una de esas películas que nunca te cansas de ver.

Y si, la escena del pudín y las monedas es tan grande que solo con recordala ya me rio a carcajadas.

Anónimo dijo...

Vi esa película cuando estaba en bachillerato y me decepcionó bastante. Quitando el valor de denuncia que incluye(de acuerdo, es muy bueno, pero Chaplin no fue el inventor de la sátira), es una película muy normalita, típica de la época. Será que el cine mudo nunca acabó de molarme, pero cualquier película de los hermanos Marx(vale, salvo tal vez Los 4 cocos) me parece infinitamente más graciosa que toda la filmografía de Charlot. Efectivamente, Harpo nunca fue mi favorito.
Ahora, a pesar de todo, yo también recomiendo ver al menos una vez El gran dictador. Es parte imprescindible de la historia del cine.

Sephiroth XI dijo...

Hola, Cabeza Central. He llegado a vustro blog a través de vuestro colega y amigo mío Juan Melenchón, ahora afiliado al Tribunal Viviente como Cabeza Derecha. La verdad es que pocas veces coincido con él en opiniones sobre las películas, y ésta es una de ellas.

¡El Gran Dictador es una joya del cine! Mucho más divertida y mordaz que Ciudadano Kane. Es una crítica a los regimenes totalitarios que, al estar contada en clave de comedia (y además comedia de una época en la que no era imprescindible recurrir a palabrotas y chistes guarros), es accesible a públicos de todas las edades, enseñando el valor de la libertad.

A mí también me encanta el discurso final, gracias por compartirlo y darme la oportunidad de escucharlo de nuevo. Quien habla no es el barbero, es el propio Chaplin diridiéndose al público que ve la película.

Anónimo dijo...

Magnifica película, para mi, una de las mejores que existen y el discurso final me emociona cada vez que lo oigo de nuevo